¿Cuánto vale para el maltrecho corazón de un abuelo, hacer a un lado los desengaños, relativizar victorias y vanidades, para lanzarse con arrojo y sin titubeos, a la sublime misión de contar historias a sus nietos?
¿Cuánto vale para un nieto, recibir, a veces sin da rse cuenta, un legado único de personajes, enseñanzas, sentimientos y estímulos… que quizás nunca olvide?
No sé contestar estas preguntas con la riqueza y va stedad que merece, todo aquel a quien esto convoque.
Solo sé de abuelos a quienes la vida por alguna raz ón no les da la oportunidad de hacerlo, y de nietos que se quedan sin recibirlo, muchas veces por falta de inquietud de conocerlo en el tiempo en que aún tenían un antepasado para responder.
Este es un dilema de todas las generaciones, y que yo personalmente siento hoy, cuando recientemente se fue mi Madre que era una rica fuente de información del tiempo de historia fernandina que le tocó vivir.
Como mis nietos son aún pequeños, y hoy solo tengo un camino que alivie la angustia que esta certeza me provoca, he decidido ponerme a escribir.
Abrazando irreversiblemente el ideal de la Revolución de Mayo como ninguno de los pueblos orientales del Uruguay, en un tiempo que era antesala de la preparación para la guerra: blandiendo el sable, haciendo tronar el cañón o preparando lanzas y chuzas, Maldonado protagoniza un ejemplo distinto, liderada por su alcalde de primer voto Don Antonio Jesús de la Fuente.
El ejemplo de un pueblo unido, que sin desconocer la guerra que había sufrido en 1806 en oportunidad de la invasión inglesa, es capaz de optar por la paz, de confrontar en paz, adelantando mensajes que están en la esencia del ser uruguayo: convivencia pacífica, cultura cívica, integración social y ejercicio de la asamblea popular para arribar a decisiones en momentos críticos de nuestra historia.
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