Alguien dijo:
“Es una pandemia, pero es lo más parecido a una guerra mundial que han vivido los habitantes del planeta nacidos después del año 1945”. Ante esta situación totalmente imprevista solo es útil aplicar los principios básicos de toda situación de gran crisis: dejar actuar y respaldar, y ponerse a la orden de quienes están a cargo. De quien tiene la principal responsabilidad de sacarnos como sociedad de esta tormenta de imprevisibles consecuencias: el Sr Presidente de la República.
Todo aquel que se desvía de esa conducta y busca un protagonismo inoportuno es un imprudente, un imperdonable imprudente, y para que se me entienda bien voy a recordar el significado de la antigua y venerada virtud de la Prudencia. Es la virtud que nos permite asociar nuestra disposición a obrar sabiamente, con un correcto discernimiento de cómo son las cosas en la realidad, aunque quisiésemos que fueran de otra manera, permitiéndonos una objetiva y disciplinada orientación de la acción.
La realidad es de una tremenda interdependencia e incertidumbre global, pero el manejo de la crisis en la interna de cada país cuenta, y mucho. Por tanto, toda acción carente de concentración respecto de la magnitud de lo que nos pasa en Uruguay, que pueda caer en la ceguera de privilegiar egos o chacras a costa de desmerecer o importunar la toma de decisiones de la autoridad que legítimamente nos representa, la que debe hacerlo, y lo está haciendo, es abominablemente imprudente.
